Cuaderno de viaje Tercer viaje, día 1 Publicado el enero 10, 2020enero 14, 2020 Ana Gómez-Moreno Y finalmente llegamos. Exceso de equipaje y revisión de maletas en aduana, pero llegamos con todo. En el aeropuerto nos esperan nuestros incondicionales, Yegon y Dennis, con una bienvenida llena de abrazos y alegría. A todos nos parece increíble volver a estar juntos por tercera vez este año. En esta ocasión, vamos a viajar por tierra hasta Maasai Mara. Hemos alquilado una camioneta en la que transportaremos todo así que allá vamos. De camino hacia Mara, pararemos en Bomet y visitaremos a la familia de Yegon. El viaje por carretera nos da la oportunidad de seguir conociendo la auténtica Kenia y hemos podido descubrir cual es el mayor peligro de este país. No es el hipopótamo, ni tampoco los cocodrilos, ni siquiera un león hambriento. Si quieres conocer y sufrir una terrible sensación de peligro, súbete a una camioneta y conduce por carreteras keniatas. Y eso que ya conocemos las colombianas pero estas han pasado a un segundo puesto. ¡¡Dios mío de mi vida cómo conduce esta gente!! Empezando porque conducen al lado derecho y eso lo complica todo. El caos que se genera entre coches, motos, camiones, todos con prisa, todos pegados, todos pitando… Gustavo iba en el asiento delantero y según sus palabras, vio la muerte dos veces. Simplemente cerró los ojos y esperó ver el túnel. Pero hemos sobrevivido. A mitad de camino, paramos en lo que viene siendo el Area 103 de España y eso está a rebosar. En cuanto ponemos un pie en tierra ya notamos que por esta zona no ven mucho blanco y todo son miradas curiosas. Huele a humo de barbacoa, a especias y a mazorca asada. Montones de personas por todas partes en un caos controlado por ellos pero caótico para nosotros. No perdemos de vista a nuestros guías, Dennis y Yegon, y los seguimos como perrillos falderos. Necesitamos ir al baño Daniela y yo así que nos indican el camino y pasando por el barro vemos el cartel. Está lloviendo mucho estos días y todo está embarrado. Aquí casi nada está asfaltado así que zapatillas sucias desde ya. Llegamos a la fila del baño y el olor… Daniela coge mi mano y me mira. En la entrada un gran cubo de agua donde las señoras llenan unas pequeñas garrafas y entran con ellas al baño. Nosotras nos miramos. Todas las puertas cerradas y por fin una abre. Un agujero en el suelo, barro en los lados y el olor. Daniela ni siquiera se despide, suelta mi mano y se va. Todavía no está preparada para esto, pero lo estará. La garrafita de agua es para ayudar a que aquello se vaya por el agujero, todo controlado. Salgo y todo mi grupo ha desaparecido. Me encuentro rodeada de negritos curiosos que me miran extrañados…. segundos eternos… ah allí!! No, no son ellos. Más segundos… y una negrita que me dice “young lady, your group is there” oh thank you!! Thank you!! Y ¿dónde van a estar mi marido y mis hijos? Efectivamente, en un puesto de comida. El camino en camioneta continúa al borde de la muerte porque encima, ha anochecido y los camiones parece que vienen en tu propio carril, hacia ti, hasta que en el último segundo cambian. Después de seis horas de viaje, repito seis horas de rezar a la Pilarica, parece que hemos llegado a casa de Yegon. Allí nos esperan su mujer e hijos en otro de los momentos que más miedo les daba a mis cachorros, la comida. ¿Qué nos darán de comer? Pues todo fue un éxito, donde haya arroz niños contentos. La casa de Yegon es humilde pero si comparas con otras de por aquí, no está tan mal. Os dejo algunas fotos para que os hagáis idea. Ellos tienen hasta un baño en la casa que no es lo habitual y camas para todos, compartidas pero para todos. Dormimos como bebés después de semejante viaje tan largo desde España y por la carretera de la muerte en Kenia. Un gallo y cinco de la mañana. Mal asunto. Gustavo ha propuesto cocinarlo, no creo que le dejen, le tienen cariño. El plan de hoy ha cambiado. Un familiar de Yegon, su tía Priscila, ha fallecido y debemos asistir al funeral. Antes de eso quieren llevarnos al mercado de los sábados y allá nos vamos. Hay imágenes que no olvidaré en la vida y este mercado es una de ellas. Puestos en tablones de madera, en casetas, pero sobre todo en el suelo que al estar embarrado crean una sensación peor de lo que debería ser. Pero ¿Cuánta gente hay en Kenia? Todo está lleno. El mercado es de lo más exótico y colorido. Me llaman la atención los puestos de zapatos porque todos son usados y me pregunto ¿de dónde vendrán? Yo muchas veces he donado zapatos y ropa usada y aquí veo mucho de lo que puede venir de países como el nuestro. Curiosa sensación. Es hora de asistir al funeral y tengo mucha curiosidad por ver cómo se celebran aquí. Llegamos a una gran explanada verde y vemos varias carpas instaladas. Cuando nos acercamos vemos a muchas personas, cientos, sentados bajo las carpas que forman una U donde en el centro está el ataúd con la difunta Priscila. Cuando vamos llegando, Yegon le dice a Gus que después de que él diga una palabras, Gustavo debería decir algo de nuestra parte y claro, cuando a Gus le dicen eso, saca rápidamente su raqueta de tenis y con un revés perfecto, me manda la pelota a mi campo. “No, no, Anita will do it.” A ver, a ver, ¿un discurso frente a cientos de keniatas y en inglés? No solo eso, no sé si puedo decir que Dios estará con ella, ¿son cristianos? Mi inglés se acaba de esfumar y no me sale nada más que I’m so sorry… y luego la nada. En estas ocasiones me cierro en una burbuja exterior y me sumerjo en mi mente buscando la calma que haga que mi inglés vuelva a mi. Y para no darle muchas vueltas resulta que Yegon es el primero en hablar, nos presenta y pienso allá vamos, me toca. “… y ahora mi amiga dirá unas palabras de agradecimiento y pésame”. Y como suele suceder, una aparente calma se me planta encima y me hace hablar despacio y sorprendentemente con sentido. Gracias por recibirnos… somos ya familia de Yegon… Priscila estará en el cielo muy contenta de ver cuánta gente se reúne para decirle adiós… algo así y bye bye. Me bebo una botella de agua entera. ¡Qué nervios por favor! Un funeral en Kenia es muy festivo, toda esa gente sentada, van saliendo en grupos familiares o de amigos y van contando cosas de la difunta pero nunca ves un dolor de no poder hablar. Al contrario, yo diría que están alegres. Y todos hacen su pequeño homenaje a la difunta y su familia. Me ha gustado esta manera de hacerlo. Eso sí, lo hacen durante horas y horas. Creo que aquí tienen menos estrés que nosotros y pueden dedicar un día entero de esta manera. Cuando nos alejamos un poco de la zona de discursos empieza la revolución. Los niños se acercan tímidos al principio pero poco a poco se acercan y nos tocan. Y a partir de ahí es como la escena del flautista de Hamelín cuando tocaba su flauta y todos los niños le seguían. Pues lo mismo pero sin flauta, todos los niños nos siguen allá donde vayamos. Y nos morimos de la felicidad. Este me lo llevaría, este también, y este…. oh mira este otro! Visitamos la casa de la madre de Yegon, una típica casa maasai de barro y paja. Nos llevan a una plantación de té. Y los niños con nosotros. Cuando volvemos hacia el funeral ya están echando la tierra sobre el féretro y los familiares y amigos se turnan en las paladas. Pero no hay un ambiente de tristeza sino de unión. Seguimos siendo el centro de las miradas y ya se atreven a pedirnos selfies. Y nosotros nos prestamos a todo. A Mara le llaman unos chicos para una foto, ojo con mi Mara eh? Daniela lleva siempre de la mano a unas amigas como dice ella. Pero tenemos que irnos. Cuando llegamos a casa de Yegon la lluvia descarga con furia y parece que no parará. Esta África que estamos conociendo es verde verde verde, a Gustavo le recuerda a su Colombia pero dice que aquí hay más gente. Ya en casa echamos unos pulsos a ver quién es más fuerte y sigue habiendo un ganador absoluto. Gustavo se proclama por segundo año consecutivo campeón de pulsos. Mañana salimos hacia Maasai Mara muy temprano para, ahora sí, descargar todo el material e instalarlo en la nueva clínica. La Nueva Clínica. No puedo creerme que vayamos a ver el fruto de todo nuestro/vuestro trabajo. Mañana será otro día especial y para recordar. Obviamente no hay wifi por aquí así que aunque este relato es del viernes y sábado, os llegará el domingo cuando lleguemos al campamento pero eso será después de otras tres horas por las carreteras de la muerte en Kenia. Pilarica, vete preparando.