Hoy ha sido un día intenso. Mucho mucho mucho pero que mucho trabajo. Llegamos muy temprano a la clínica y ya nos esperan. Nunca habrá sala de espera más colorida que la nuestra con los trajes y adornos de hombres y mujeres. La cultura maasai no deja de sorprenderme. Son personas duras, recias que dicen en Aragón, poco expresivos y parcos en palabras. Como en todo hay excepciones pero por lo general, no puedes esperar de ellos mucha amabilidad o agradecimiento y esto no quiere decir que no lo sientan, sino que no lo muestran.
Sus ropas huelen a humo ya que sus casas tienen como cocina un pequeño fuego de leña y el humo es su aroma natural. Las mujeres son presumidas dentro su estilo maasai y todos, hombres y mujeres están tremendamente orgullosos de ser maasais.
Hoy hemos tenido un gran enemigo en contra y es el tiempo. Es absolutamente imposible atender a todas las personas que esperan fuera. Y eso duele más porque sabes que muchos de ellos han caminado mucho para llegar a ver al dentista. Se está corriendo la voz de que hay un daktari en la nueva clínica y cada día vienen más.
Hemos atendido a guerreros maasais que vienen con sus armas colgadas en el cinturón. Una es un cuchillo pero de más de dos palmos y otro es un palo de madera dura acabado en una bola. Ambas armas se usan sólo como defensa frente a animales salvajes y el cuchillo para cortar la carne de sus vacas para comer. Pero hay un uso más de ese cuchillo que si eres hombre y sensible debes dejar de leer aquí y pasar al siguiente párrafo. Nos cuentan, que ese cuchillo bien afilado se usa para, entre los 14 y 17 años, hacer la circuncisión a los jóvenes maasais y que por eso cuanto más afilado mejor pues más rápido será. Sólo ver hacer el gesto con el cuchillo al hombre maasai nos ha dolido a más de uno y eso que yo no tengo… digamos que nada que cortar. Ahora entiendo cómo son tan fuertes estos hombres cuando Gus pelea con una muela que no quiere salir y ellos nunca se quejan del dolor, si con un cuchillo les han hecho plis plas y sin anestesia. Normal.
Las mujeres son presumidas con sus telas tan vistosas y sus abalorios. Son tímidas y se tapan la boca al reír. Algunas llevan perforadas las orejas con unos agujeros enormes y varias vienen con sus bebés cargados dentro de las telas.
Y luego están los niños. Pero como sé que soy muy pesada con mi pasión por estos negritos solo diré que entre las fotos de hoy está, una de mis fotos favoritas del viaje.
Casi no tenemos tiempo para comer porque sabemos que fuera la gente nos espera. Comemos en una de las salas de la clínica y llega otro de los momentos estrella de este viaje. Cada vez que tenemos que ir al baño es una prueba de puntería pero ya vamos cogiéndole el truco al agujero en el suelo. Para más detalles y consejos por privado, por favor. Gustavo tiene mucho que comentar sobre este tema.
Simon es el keniata maasai encargado de Africa Foundation que han sido nuestros socios en la construcción de la clínica. Él es nuestro jefe aquí, el que nos dice a quién atender y el que nos marca los horarios. Cuando hoy nos ha dicho que teníamos que parar, yo creo que había unas doce personas esperando y ver sus caras de tristeza cuando les ha informado de que tendrán que venir mañana ha sido terrible, pero la clínica tiene que cerrar. Esto no es como allí que te dicen pásate mañana y tú te vuelves cómodamente a tu casita en coche o en bus o en taxi y mañana pues vuelves de la misma manera. Aquí significa que hoy has caminado diez kilómetros para venir, otros tantos para volver y mañana tienes que volver a hacerlo para ver si tienes suerte y el daktari puede verte. Pero mañana allí estaremos, esperando desde las siete de la mañana a que los caminantes con los pies llenos de barro vayan llegando.
El equipo de trabajo cada vez va funcionando mejor. Somos muy precavidos con las agujas, la sangre y el instrumental. Gus es una máquina y el resto le seguimos. Yegon ha sido nombrado auxiliar en prácticas y a mi me han ascendido a auxiliar de segunda porque el auxiliar de primera para mí, sigue siendo Alejandro. Cuántas horas de pie, aguantando un ritmo y un estrés frenético. Con un padre exigente y una madre pesada que no le dejan ni un minuto de descanso porque no nos lo podemos permitir. Y ni una queja. Este año ha estado acompañando a su padre a las urgencias los fines de semana e incluso días después del colegio, estudiar y entrenar, ha llegado a casa se ha dado una ducha y se ha ido con su padre a las once de la noche a atender una urgencia. Su dinerito y su experiencia que se ha ido ganando. El dinerito volará rapidito porque quince años son quince años pero la experiencia y la responsabilidad se quedan. Y en estos momentos se agradece.
Sus ropas huelen a humo ya que sus casas tienen como cocina un pequeño fuego de leña y el humo es su aroma natural. Las mujeres son presumidas dentro su estilo maasai y todos, hombres y mujeres están tremendamente orgullosos de ser maasais.
Hoy hemos tenido un gran enemigo en contra y es el tiempo. Es absolutamente imposible atender a todas las personas que esperan fuera. Y eso duele más porque sabes que muchos de ellos han caminado mucho para llegar a ver al dentista. Se está corriendo la voz de que hay un daktari en la nueva clínica y cada día vienen más.
Hemos atendido a guerreros maasais que vienen con sus armas colgadas en el cinturón. Una es un cuchillo pero de más de dos palmos y otro es un palo de madera dura acabado en una bola. Ambas armas se usan sólo como defensa frente a animales salvajes y el cuchillo para cortar la carne de sus vacas para comer. Pero hay un uso más de ese cuchillo que si eres hombre y sensible debes dejar de leer aquí y pasar al siguiente párrafo. Nos cuentan, que ese cuchillo bien afilado se usa para, entre los 14 y 17 años, hacer la circuncisión a los jóvenes maasais y que por eso cuanto más afilado mejor pues más rápido será. Sólo ver hacer el gesto con el cuchillo al hombre maasai nos ha dolido a más de uno y eso que yo no tengo… digamos que nada que cortar. Ahora entiendo cómo son tan fuertes estos hombres cuando Gus pelea con una muela que no quiere salir y ellos nunca se quejan del dolor, si con un cuchillo les han hecho plis plas y sin anestesia. Normal.
Las mujeres son presumidas con sus telas tan vistosas y sus abalorios. Son tímidas y se tapan la boca al reír. Algunas llevan perforadas las orejas con unos agujeros enormes y varias vienen con sus bebés cargados dentro de las telas.
Y luego están los niños. Pero como sé que soy muy pesada con mi pasión por estos negritos solo diré que entre las fotos de hoy está, una de mis fotos favoritas del viaje.
Casi no tenemos tiempo para comer porque sabemos que fuera la gente nos espera. Comemos en una de las salas de la clínica y llega otro de los momentos estrella de este viaje. Cada vez que tenemos que ir al baño es una prueba de puntería pero ya vamos cogiéndole el truco al agujero en el suelo. Para más detalles y consejos por privado, por favor. Gustavo tiene mucho que comentar sobre este tema.
Simon es el keniata maasai encargado de Africa Foundation que han sido nuestros socios en la construcción de la clínica. Él es nuestro jefe aquí, el que nos dice a quién atender y el que nos marca los horarios. Cuando hoy nos ha dicho que teníamos que parar, yo creo que había unas doce personas esperando y ver sus caras de tristeza cuando les ha informado de que tendrán que venir mañana ha sido terrible, pero la clínica tiene que cerrar. Esto no es como allí que te dicen pásate mañana y tú te vuelves cómodamente a tu casita en coche o en bus o en taxi y mañana pues vuelves de la misma manera. Aquí significa que hoy has caminado diez kilómetros para venir, otros tantos para volver y mañana tienes que volver a hacerlo para ver si tienes suerte y el daktari puede verte. Pero mañana allí estaremos, esperando desde las siete de la mañana a que los caminantes con los pies llenos de barro vayan llegando.
El equipo de trabajo cada vez va funcionando mejor. Somos muy precavidos con las agujas, la sangre y el instrumental. Gus es una máquina y el resto le seguimos. Yegon ha sido nombrado auxiliar en prácticas y a mi me han ascendido a auxiliar de segunda porque el auxiliar de primera para mí, sigue siendo Alejandro. Cuántas horas de pie, aguantando un ritmo y un estrés frenético. Con un padre exigente y una madre pesada que no le dejan ni un minuto de descanso porque no nos lo podemos permitir. Y ni una queja. Este año ha estado acompañando a su padre a las urgencias los fines de semana e incluso días después del colegio, estudiar y entrenar, ha llegado a casa se ha dado una ducha y se ha ido con su padre a las once de la noche a atender una urgencia. Su dinerito y su experiencia que se ha ido ganando. El dinerito volará rapidito porque quince años son quince años pero la experiencia y la responsabilidad se quedan. Y en estos momentos se agradece.
De vuelta al campamento el cielo se encarga de mandarnos el mejor regalo para todos. Amenaza lluvia y frente a nosotros aparece hermoso, un gigantesco arcoíris del que vemos el principio y el fin. Increíble. Ese paisaje africano más arcoíris, más casi puesta de sol igual a, MARAVILLA. Como todos sabemos, si llegas hasta donde nace un arcoíris, encontrarás un duende con un tesoro enterrado (o eso creemos en mi casa), así que hemos ido en busca del tesoro y lo hemos encontrado. La estampa perfecta para terminar un día de trabajo en Kenia. La lluvia que empieza a caer, el nacimiento del arcoiris y un grupo de leones. Alguien allá arriba está muy contento con nosotros.
Por cierto, nuestros amigos ya saben bailar la Macarena que de eso se encarga Daniela.
Por cierto, nuestros amigos ya saben bailar la Macarena que de eso se encarga Daniela.













