Escribo desde casa. Una mezcla de alegría y tristeza. Más bien, satisfacción y añoranza pero sobre todo cansancio. Hoy hemos dormido casi doce horas seguidas, todas las que nos faltaron allí. Me siento tranquila, nada que ver con lo que sentía el último día de nuestro viaje.
Madrugamos como todos los días pero mucho más tristes. El plan de hoy es atender a Prisca, visitar un colegio y volver al poblado a repartir la ropa. Sobre las 12 podremos estar ya en el campamento para hacer maletas y salir a coger la avioneta a las 14:30. ¡En marcha! Cuando estamos saliendo, un empleado del campamento me dice: “Les esperamos luego para su vuelo de las 11:15”. Yo: “¿Excuse me? Nuestro vuelo es a las 14:30”. Empleado: “No, no, su vuelo es a las 11:15”. Nudo en mi barriga. Me he equivocado y él tiene razón. Esto lo cambia todo y convierte nuestra mañana en un eterno nudo en la barriga. El vuelo de las 14:30 está completo y no hay opción de cambio.
Tenemos que atender a Prisca. Ha venido desde muy lejos y debemos hacerlo. Pero también tenemos que ir al colegio. Llevamos mucho material escolar y debemos entregarlo. Organizamos un plan. Gus y Alejandro se quedarán en la clínica y yo me voy con las niñas al colegio. Dennis vuela por los caminos del monte Oloololo y nosotros volamos sobre los asientos con el traqueteo de los baches. Descargamos casi en marcha a los chicos y salimos para el colegio. Dicen que no está lejos pero yo ya he aprendido a no fiarme de las medidas de tiempo de los keniatas. Es una carrera contrarreloj y la carretera no nos lo pone fácil, una vez más. Cada pocos metros hay que frenar por huecos o por barro. Después de un “no está muy lejos” eterno, por fin vemos el colegio. Echo cuentas y sumo lo que hemos tardado en llegar, más la vuelta a la clínica, más la vuelta al campamento y me da 15 minutos para hacer maletas. Nudo en la barriga.
Ya estamos rodeando la valla para entrar al colegio cuando Dennis se sale un poco del camino para evitar una zona inundada. Y nuevamente la tierra de Kenia nos tiene preparada una despedida por todo lo alto. Estamos atascados. Las ruedas resbalan sobre el barro y no pueden subir un pequeño montículo. Dennis lo intenta varias veces hasta que me atrevo a preguntar, “¿y ahora que hacemos?”. “Alguien tiene que venir a sacarnos de aquí”.
Estoy en estado de shock. Todas las situaciones posibles pasan por mi cabeza analizando la mejor opción. Vale, perdemos el vuelo de las 11:15. Eso entra en todas las opciones, está claro. Son las 10 de la mañana y la rueda sigue derrapando sobre el barro. Podríamos ir por carretera a Nairobi pero las carreteras nos la tienen jurada en este viaje y no me fío de ellas. Opción descartada. Podría cambiar el vuelo de esta noche e irnos mañana. Por un momento me encanta esta opción, eso nos podría dar un día más de trabajo, hasta que recuerdo que nuestra billete no admite cambios.
Mientras sigo buscando una opción posible un grupo de personas se han acercado a ayudarnos y uno de ellos viene con un carretillo con piedras pequeñas. Echan un montón tras la rueda y Dennis intenta salir. Nada. Yo sigo buscando una opción que me calme los nervios pero no me viene nada. Echan otro montón de piedras delante de la rueda y ocurre el milagro. Nuestra estrella de la buena suerte nos da un empujoncito y nos saca del barro. El pobre profesor del colegio todo formal, empieza amablemente a hablarnos del colegio y agradecernos la donación cuando es cortado por Simon que en swahili ha debido decir algo así como “corta el rollo que esta gente pierde el avión” porque él directamente se calla y nos lleva a la clase más cercana donde como locas, las niñas y yo sacamos cajas y cajas de rotuladores, lápices, colores de madera… Las ponemos sobre una mesa y ya estamos otra vez en el jeep camino a la clínica. No tengo fotos del colegio, no tengo fotos del material, no tengo aire en los pulmones.
Cuando llegamos a la clínica Gus y Alejandro ya han terminado. Como hemos tardado han atendido a tres personas más y si hubieran podido habrían tenido trabajo para todo el día. Gus nos ha regalado un poco de tiempo porque ha pedido a Yegon que llame al campamento para que algún empleado nos meta todo en las maletas y las tenga listas. Bueno, eso nos da un respiro pero aún así no sé si llegaremos. Como despedida, el personal de la clínica nos tenían unos regalos. Unas mantas maasais que nos colocan sobre los hombros medio torcidas por las prisas, unas fotos de despedida con sonrisas nerviosas. Cuatro torcidas una buena. Os enseño los dos tipos.
Entramos al campamento y no hay rastro de nuestras maletas. Dennis, Yegon y Alejandro van a las habitaciones a ver si están allí mientras yo organizo la ropa de la hermana de Gus que nuestros amigos tendrán que entregar en nuestro nombre y el de ella en el poblado.
Son las 12 y aquí nos tenéis. Esperando en la pista de aterrizaje a la avioneta de las 11:15. Y es que esto es Kenia y todo es hakuna matata. Este retraso nos ha dado la posibilidad de poder relajar los nervios y charlar un último rato con nuestros queridos amigos. Muchos planes para el futuro. Muchas ilusiones y proyectos. Muchos abrazos. Y se acabó nuestra tercera visita a Kenia. Sobre las 12:15 aterriza nuestra avioneta. Y ahora ya escribo desde casa.
Nuestro proyecto de llevar asistencia dental a la gente de esta zona ha sido una de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Realmente es mucha la gente que lo necesita y nuestro trabajo está ayudando a muchas personas pero también son muchas las que se han quedado esperando. Esto no ha terminado. Todavía queda mucho por hacer y nosotros acabamos de cargar nuestras baterías así que hay proyecto para rato. Ya tenemos en mente el siguiente paso y seguiremos trabajando por conseguirlo.
Queremos agradeceros a todos los que nos habéis colaborado y le dais difusión porque estamos llegando a mucha gente. Espero que hayamos conseguido que cada uno de vosotros esté orgulloso de haber aportado algo a nuestro proyecto y eso es lo que he intentado contando lo que estamos haciendo allí. Acaba otra etapa de “Una sonrisa en Kenia” pero no la última así que estad atentos y no os olvidéis de alguna de las caras sonrientes que os he enseñado estos días. Como casi no tengo fotos del estresante último día, os pongo otras como despedida y recordatorio de lo que dejamos atrás.