Nuestro segundo viaje, día 4:
Ayer no pude escribir. A las diez de la noche estaba durmiendo. Fue un día duro y el cansancio se va notando.
A las 6 de la mañana comenzamos el día y mis tripas ya me avisaban de que algo no iba bien. No había dormido bien y sentía el cuerpo raro pero el doctor nos había pedido que empezáramos antes que otros días porque se esperaba mucha gente así que sin tiempo para sentirse enfermos nos instalamos en nuestro “gabinete”. Como recordaréis mi buena estrella de la buena suerte volvió para quedarse la noche anterior así que la mañana transcurría como la seda. Personas agradecidas, problemas solucionados, casos complicados pero que fluyen… me duele la barriga… bueno, ya pasará. Otro caso perfecto. El doctor aprendiendo de Gustavo, saca su segunda muela, ¡hurra por el doctor! Tengo como mucho calor. Una muela del juicio complicada. ¿Nos arriesgamos? Como el ánimo está alto, nos arriesgamos. Me tiemblan las manos y me duele todo. La muela se parte por el mal estado en el que se encuentra y Gustavo tiene que sacar sus armas. Me doblo hacia delante por el dolor pero quiero terminar la sacada de la muela, no es momento de parar. Gustavo me mira y rápidamente le dice al doctor: “¡coja a mi mujer, se va a caer!” Qué vio en mi cara no lo sé, el caso es que me temblaba todo y sudaba frío. No me hice la fuerte y me senté un rato. Cuando el alma me volvió al cuerpo me incorporo al grupo. Somos un equipo y necesitamos ser tres. Esta unidad dental es más complicada que las habituales y Alejandro tiene que estar abriendo y cerrando llaves y botones. Alguien tiene que estar junto a Gustavo para darle el instrumental así que me vuelvo a poner la bata y seguimos.
Mis tripas me respetan y entienden que no es el momento de dar guerra. Mi cabeza empieza a doler pero todo se me olvida cuando un niñito de unos siete años asoma la cabeza por la clínica. Qué preciosidades de niños hay aquí. Le acompañan sus dos hermanos, los tres con su uniforme y esas caritas… Está muy asustado. Somos muy blancos y el dentista no gusta. Piensa que le vamos a tener que hacer daño y está mudo. Cuando le explicamos al papá que los dientes tan negros que tiene son de leche y es mejor dejar que se caigan, creo que le oigo suspirar de alivio en keniata. Me parece que será difícil no llevarme a uno de estos niños en la maleta.
Todo el día en la clínica es perfecta. Atendemos hasta que no queda nadie en nuestra puerta y entonces nos vamos a comer. El doctor hoy nos acompaña en la comida y es un hombre agradecido de corazón por lo que estamos haciendo. Hablamos de fútbol, de Nairobi, de medicina y de malaria. Cuando Gustavo le pregunta los síntomas de la malaria y el doctor dice, “dolor de estómago, de cabeza, temblor en las manos…” se me escapa una sonrisa nerviosa. “Pero lo más característico, es fiebre muy, muy alta” Ana, respira. De fiebre tú nada de nada así que calma.
Hemos traído 15 balones de fútbol con la bandera de España y le regalamos uno al doctor que feliz nos abraza, se hace fotos, se lo firmamos… como Ronaldo y Ronaldinha.
Ya a última hora de la tarde mi cuerpo volvió a ser el que era y salimos a dar un paseo por la sabana. Un paseo normalito, de esos en los que ves manadas de elefantes, jirafas, hipopótamos, un león con la barriga llena y una pitón. Lo normal aquí, oiga. Cada animal es una foto del National Geographic pero en vivo. Aquí sientes que así ha sido y será (si los humanos lo permitimos) el orden natural de los seres vivos. Con sus luchas diarias por conseguir comida y mantener a sus crías con vida. Preocúpate tú ahora porque has perdido tus gafas de sol Anita.
Luchas hay entre animales pero también entre humanos y tres especímenes se disponen a apostar su hombría a ver quién es el más rápido de la sabana. Junto a la piscina de hipopótamos, Gustavo, Dennis y Yegon se han retado. Esto hay que solucionarlo de alguna manera. Una línea marcada en la tierra, Alejandro unos cuarenta metros más allá, en la meta. Preparados, listos, ¡ya! No os puedo decir más que aquí hay una gacelas que se llaman Thomson gazelle y ahora a Gustavo le llaman Rodríguez gazelle. Como en toda carrera hay un podio. Si algo sabéis de deporte debéis saber quién está en cada puesto. Ahí lo dejo.
Ah, casi me olvido. Hemos estado sentados y tomando cocacola en Tanzania, en el Serengueti. Casi nada.











